Te acercas a la carta. Es blanca y tiene un sello rojo sobre ella. La coges para abrirla, pero tus manos se entorpecen abriéndola. Piensas que los efectos de la cosa que te haya echado esa pareja extraña todavía tienen algo que ver con ello. Sin embargo tus manos comienzan a dormirse y el sello rojo sobre la carta se torna negro. Tratas de soltar la carta pero tus manos se duermen y no se quisieran soltar. La cera del sello comienza a chorrear y se dirige hacia tus dedos automáticamente. Una vez llega a tu uña sientes un dolor indescriptible mientras la cera (o lo que sea esa cosa) se trata de apoderar de tu dedo pulgar. Con lo que te queda de fuerza y asustad@, tiras la carta al suelo. El dolor desaparece y la cera se endurece y se cae fácilmente. “No voy a abrir esa carta más”. Te dices a ti mismo.